Quisiera adivinar la primera vez que sus oídos captaron un sonido. Mi imaginación (que se puede llegar a ser considerarada espuria) hace correr el tiempo hacia atrás y, anacrónicamente tiene la osadía, en una revolucionaria línea de desvío en contra de lo científicamente demostrado y con la licencia que le otorga la poesía para hacer gala de la imaginación , de afirmar que ocurrió antes de que naciera, antes de que iniciara aquel conteo de la vida llamado edad, en el vientre de su madre, al escuchar la digestión y la lucha biológica de los alimentos, el llamado del hambre emitido por el estomago, vecino de su principal hogar literalmente humano.
Por medio de un sonido demostró su primera queja llena de inconformismo y miedo al venir al mundo, al abandonar sus oídos los sonidos del estomago y reemplazarlos por las miles de voces en diferentes tonos. Al abrir su pequeña boca de bebe, y emitir su primer sonido expresado en un llanto, sintió que aquellos seres a su alrededor trataban de mitigar de cualquier forma aquel sonido, corriendo a calmar y contentar su pequeño ser. Escucho una voz: El más hermoso sonido jamás captado por sus pequeños oídos, acompañado de un cálido abrazo, un “te amo”, aquel “vida mía” enlazado con una manos suaves que cargaban su pequeño cuerpo. Así aprendió sobre los sonidos desafinados emitidos por el llanto, cargados de impaciencia, tristeza y egocentrismo, y aquellas notas impregnadas de dulces palabras,(sin saber la denominación impuesta por la lengua y dialecto que le asigno su destino). Las sabía notas dulces, acordes llenos de altruismo. Pensaba que si la felicidad emitiera un sonido, de seguro fuera ese.
Y así, luego que su cuerpo creció y sus oídos reconocieron la sucesión de los instantes, escucho sus primeras sinfonías: La primera carcajada, el silbido del viento, el susurro de las olas bajo el vuelo de las gaviotas. Aprendió que el silencio, de igual forma que el sonido, también posee sentimientos impresos, que permiten que los sonidos de la conciencia sean escuchados con atención. El silencio también quiere ser escuchado, también posee una opinión sobre la vida que debe ser escuchada y tenida en cuenta. El tiempo posee un sonido, las horas emiten notas, aquel tic –tac del reloj es el instrumento musical que utiliza el Dios Crono. Solo la audición, así como el olfato, poseen la licencia de acomodar el tiempo y el presente, y hacer mudanza del tiempo hacia un pasado que habita en la memoria. El anacrónico y el cronofagico no poseen mejor máquina del tiempo que la música.
Todavía no vislumbraba los motivos para llorar, pero ya había empezado a oír el lamento del mundo. El mundo para el, desde los siete años, era un lugar oscuro, pero pensaba que los seres humanos, si no eran ciegos, parecían serlo o llevaban con ellos todo el tiempo gafas oscuras, y afirmaba que los seres humanos veían pero no observaban, oían, pero no escuchaban. En cambio el, por medio de los sonidos no ve el mundo, pero lo escucha, lo vive. Su escucha había captado definitivamente las fulgurantes claridades de sonido y de sentido que se resguarda bajo la opacidad que es consecuencia fatal que algunos humanos poseen al no ver lo que se mira y de la rutina indiferente del habla y de las superfluas palabras.
Y así, empezó a componer alegrías, para dejar a un lado los sonidos de la tristeza y el llanto.
Con permiso, realizaré mi respectivo viaje anácronico escuchando "What'd I Say".
Maria Fernanda Guerrero Sará.
martes, 20 de abril de 2010
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