viernes, 25 de junio de 2010

De espíritus estrechamente unidos

Cuando fue que surgierón en mi vida los más sabios de los genios benèficos, en la persona de cada uno de ustedes?.

Hace cerca de cinco años que los conozco. Pertenecemos al mismo medio, tenemos casí la misma edad. Los he visto vivir una existencia tan forzada como la mía y quizás más desprovista de porvenir.

Me han sostenido, sin parecer darse cuenta de que lo hacen, en momentos difíciles. Su presencia se me hace indispensable durante mis peligrosos días misántropos, tal como se me hace indispensable su estima, que conservaré hasta la muerte.

Me acostumbré a cada una de sus figuras, me habité a sus silencios,a sus palabras mesuradas que siempre valen por una respuesta, las más claras posibles. No estamos de acuerdo en casi todo . Algunas veces no soy prudentemente desconfiada,lo se, porque saben que pronto acepto todo de un amigo.
Pero la amistad es una elección en la que me comprometo por entero, más que entregarme al amor. Y lo saben.

Ustedes me concocen mejor que nadie, los dejo ver lo que siempre disimulo cuidadosamente ante otros -por ejemplo, ciertas secretas cobardías-. Quiero creer que por su parte, no me ocultan nada.

Nuestro entendimiento no requiere de confesiones, retinicencias ni explicaciones: los hechos bastan por si mismos. Ustedes lo observaràn mejor que yo, jamás se les ocurre como a mi vacilar demasiado o decidirse prematuramente. Les basta una ojeada para descubrir mis más ocultos enemigos; valoran más a mis partidarios con una prudente frialdad.

A decir verdad, somos complices, y el oído más aguzado apenas podrá reconocer entre nosotros los signos de un acuerdo secreto. Su lealtad no me insipira la menor duda.

Me exijo a mi misma, por mi propio bien, una larga vida a su lado.